El 22 de octubre la Iglesia celebra la fiesta de San Juan Pablo II. El Papa polaco fue gran amigo del pueblo judío y precursor de las relaciones judeo-cristianas. En este sentido, fue el primer pontífice en los 2000 años de historia de la Iglesia que visitó una sinagoga (Roma, 1986), un acontecimiento que la prensa del momento calificó de histórico. No era para menos. La intervención del Santo Padre en la sinagoga dejó huellas imborrables: «La visita de hoy quiere aportar una decidida contribución a la consolidación de las buenas relaciones entre nuestras comunidades, siguiendo las huellas de los ejemplos ofrecidos por tantos hombres y mujeres de una y otra parte que se han comprometido y se comprometen todavía para que se superen los viejos prejuicios y se dé espacio al reconocimiento cada vez más pleno de ese «vínculo» y de ese «común patrimonio espiritual» que existen entre judíos y cristianos».
Asimismo, fue el Papa que llamó a los judíos ‘hermanos mayores’ de los cristianos; que visitó el campo de extermino de Auschwitz (Polonia, 1979); que promovió el encuentro interreligioso de Asís con representantes de varias religiones (Italia, 1986); que visitó y oró ante el muro de las lamentos (marzo, 2000) y que a lo largo de su pontificado emitió documentos valiosísimos en pro de la amistad entre judíos y cristianos.
Otro testimonio del coraje y el amor de este Papa hacia el pueblo judío lo deja Edith Tsirer, ciudadana israelí residente en Haifa (Israel), quien de niña, en 1945, fue salvada por el entonces sacerdote Karol Wojtyla: “El me cargó en la nieve y me dió fuerzas para vivir.Yo no pensé ni por un momento que estaba con un sacerdote, sino simplemente con un ser humano, con un ángel que Dios me había enviado. No pensé que esa era una persona normal que carga una niña llena de piojos, sucia, rapada, de 29 kilos , fea, sin dejo de nada humano y la ayuda como él me ayudó.Fue un milagro.Era como si Dios hubiese bajado del cielo”.